lunes, 23 de febrero de 2015

Te voy a prestar un libro buenísimo.



Le pido a la RAE que revise este texto y valore incluir la siguiente aclaración:

Prestar: Entregar algo a alguien para que lo utilice durante algún tiempo y después lo restituya o devuelva.

Prestar: Entregar algo a alguien para que lo utilice durante algún tiempo "con la esperanza de que" después lo restituya o devuelva. 





Cuando recibimos un libro en préstamo rara es la vez que alguien tiene en mente no devolverlo pero, como el objeto en sí es pequeño, cuando lo acabas empieza su periplo.

Al prinicipio lo colocas en algún lugar en la entrada de tu casa, hasta que alguien te pregunta, harto de verlo estorbando por el medio, si no tenías que devolverlo. Así que lo colocas en otro lugar, un poco más apartado, pero no demasiado, hasta que vuelves a oír -¿Pero esto está aquí todavía?. Han pasado meses y como te das cuenta que al prestamista no lo verás hasta las próximas navidades, cometes el grabísimo error de colocarlo en la libería, donde posiblemente se quedará ... para siempre.

Cuando eres tú el que presta el libro, generalmente todo comienza con una inocente conversación sobre lo mucho que te ha gustado tal novela. Es fundamental (repito, fundamental) que esa conversación no se dé en tu casa, si es que lo quieres conservar, porque lo verás desaparecer esa misma noche ... para siempre. Si la conversación es fuera de casa, todo quedará en aguas de borraja, porque aunque te lo pidan, te olvidarás una y otra vez de prestarlo (sin maldad ... o con ella).

Existe una excepción que es la del "compartón", esa persona a la que le encanta compartir sus descubrimientos, literarios, musicales, cinematográficos ... El "compartón" te traerá el libro sí o sí ... de hecho te lo traerá aunque no lo quieras leer, y como si de un exámen se tratase, cada vez que te vea, te preguntará si te ha gustado.

Prestar cualquier cosa no debería ser un problema. El problema real es que no sabemos pedir que nos devuelvan las cosas. Simplemente nos da vergüenza.

Lo de pedir un libro que es tuyo es algo así como pedir que nos pongan lo que queda de la botella de vino para llevar. Claro está que esto pasa con la bebida, porque con la comida siempre podemos utilizar al pobre perro. Nos da vergüenza pedir que nos envuelvan la comida para llevar, una comida que hemos pagado y que va a acabar en el contenedor, aunque bien nos pudiese haber solucionado la comida del día siguiente.


Dicho lo anterior, si te decides a prestar, y eres un vergonzoso nato, deberías tener siempre en cuenta las siguientes pautas:


1º Hay cosas que se prestan (prestables) y cosas que no (imprestables)

 Es muy importante limitar que es lo que puedes dejar con la esperanza de que te lo restituyan. Véase:

Cosas que se suelen devolver:

El coche.
La bici.
Tu casa.

Cosas que no se suelen devolver:

Los libros.
Los apuntes.
Los discos.
Las películas.


Cosas con las que no deberías probar (salvo que te vaya este rollo):

Tu pareja (recordad aquella " Una proposición indecente").


2º Personas a las que se presta y personas a las que no.

Prestar sin riesgos:

A la familia. La confianza da asco. Vas a su casa y lo coges.

A los "amigos familia". También da asco esa confianza, así que aplicas lo anterior.


Prestar sin esperanza alguna:

A tu jefe/a.
A un conocido (Conocido? Seguro? Sabes cuántos prestables puede albergar esa persona en su librería?...que huevos tienes!).
A tu amigo que vive en Australia (Llévatelo, para leerlo en el avión ... ¿?) ¿Estás de coña? Regálaselo directamente! Todos os quedaréis encantados con la situación y no se albergarán falsas esperanzas.


3º Mide los tiempos.

Como en el caso del "compartón" no pretendas que una persona que trabaja 10 horas diarias, que tiene cuatro hijos, un perro, un pez, que hace running y que tiene un blog se lea un libro en una semana ... cuatro meses es un límite aceptable.


3º Fórmulas para pedir que te devulevan un "prestable":

Si pasado ese tiempo no ha habido suerte, prepárate para pedir. Lo ideal es olvidar la vergüenza (estúpido y limitativo sentimiento del que hablaré otro día porque da mucho de sí), y pide por esa boquita. Si no puedes luchar contra ella, ahí te van unas fórmulas.


1. - Por cierto, ¿qué te ha parecido el Ensayo sobre la ceguera?

Es una pregunta inocente. El prestatario no tiene porque sospechar que detrás de esas palabras se esconde el desasosiego que te supone ver el hueco del libro a diario.

Si, después de tres años y medio, te contestan "todavía no he tenido ni un minuto para empezarlo", simplemente, olvídate de él.


2. - Mi madre me ha pedido el Ensayo sobre la ceguera. No te apures, eh?. Cuando lo termines.

Si quieres meter un poco más de presión cambia madre por jefe/a.


3. - ¿No tendrás el Ensayo sobre la ceguera? Yo lo tenía pero no lo encuentro por ningún lado, y me apetecería volver a leerlo. 

Ojo con esta fórmula. En ese momento puede que el libro en cuestión esté en la estantería del prestatario. Su cerebro puede hacer click y asumir que aquel libro que tiene en la estantería, que no recuerda de quién es...es suyo!! Toda la vergüenza desaparecerá y te enzarzarás en una discusión que de elegante tendrá poco... o eso o te irás para casa con cara de tonto.

3º El lugar.

Nunca, nunca, nunca, te vayas de una casa en la que sepas que hay un "prestable" tuyo sin utilizar una de las fórmulas anteriores. Tu estrategia se irá a pique si se te ocurre solicitar la devolución de un prestable de copas. 

Aún así, si te decides a hacerlo en cualquier otro lugar y, depués de utilizadas las fórmulas anteriores, el prestatario se pone como un tomate y te contestea "- Soy un desastre, lo he tenido sobre el taquillón de la entrada durante meses". Puedes albergar ciertas esperanzas ... pero no te confíes. Has abierto la puerta correcta pero existen muchas posibilidades de que se vuelva a cerrar, todo dependerá de ti. 

- No te preocupes, mañana quedamos para un café y me lo bajas. 
- Mañana no puedo. 
- Pues pasado mañana.

Si te vas si concretar la  fecha de devolución la has cagado a lo grande. Ciao "Ensayo sobre la ceguera". Ya no podrás volver a utilizar las fórmulas inocentes sin que se te vea el plumero.


¿Por qué se me ha ocurrido todo esto?

Porque hace poco, en casa de mis padres, estuve revisando los libros que tenía en las estanterías, y hay varias novelas que me he quedado ... sin querer. Irte de casa de tus padres a veces es muy gradual y, cuando te das cuenta han pasado 20 años y has perdido todo contacto con el prestamista desde el año 98. No tengo vergüenza (y en este caso si es un sentimiento que debe primar) ... pero lo peor de todo es que ni recuerdo de quién son :-(.

Como si de la lista de Earl se tratase recopilaré todos los prestables que tenga por casa y trataré de devolverlos, y de paso, a ver si le  echo valor para pedir uno que presté hace 20 años y que me gustaría recuperar ... por aquello del valor sentimental. En realidad todo este post es para eso, así que a ver si tengo suerte y alguien se da por aludido ... aunque sé que lo que me lloverán serán reclamaciones! 

No es preoucupéis, todos vuestros libros están a buen recaudo, en mi librería!







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